Desde su aparición la especie humana tuvo que adaptarse a
distintas condiciones en su camino a la colonización global. Esto genero
diferencias que con el paso del tiempo se convirtieron en linajes distinguibles
genéticamente.
El homo sapiens no fue el único grupo humano que hizo el
mismo recorrido. Otros grupos también poblaron gran parte del mundo que
compartieron con nuestros ancestros directos.
Esta convivencia llevo a la mezcla, por lo que hoy la mayoría
de las personas tienen por lo menos un pequeño porcentaje de sus genes que
vienen de las otras especies humanas como los neandertales, denisovanos u
otros.
Pero de la misma forma que hay rastros genéticos de estos
otros humanos en los homo sapiens
modernos en sentido contrario existen
linajes humanos modernos que desaparecieron completamente.
Entre hace 14.500 y 5000 años, el Sahara era una región húmeda, con una selva frondosa y repleta de vida silvestre. Esto fue llamado el periodo húmedo de África.
Con el paso del tiempo y el cambio climático natural,
se convirtió en el desierto más grande del mundo, con muy poca presencia humana
y animal. Sin embargo, ese período fue suficiente para que surgiera un linaje
humano nativo de allí.
Hace 100 años el explorador húngaro Lászlo Almásy realizó
una expedición a ese desierto y en su recorrido se topó con una cueva cuyas
paredes estaban decoradas con figuras humanas. Algunas de ellas representaban
cadáveres y almas.
En una expedición reciente, los arqueólogos retiraron de esa
cueva dos momias de mujeres que habían sido enterradas en el sureste de Libia,
en el refugio rocoso de Takarkori.
Ellas pertenecieron a una comunidad aislada en el norte de
África que se extinguió durante el conocido Período Húmedo. Se trataría de una
rama de la que no se tenía registro, dentro de los parientes cercanos del ser
humano que desaparecieron por selección natural.
El ADN de estas dos mujeres no guarda relación con las
comunidades subsaharianas, por lo que se supone que el área verde no funcionó
como un corredor donde el desplazamiento de las poblaciones fuera común, sino
que el norte y el sur estaban separados y tuvieron poco contacto entre sí.
Otro de los factores que llamó la atención de los
arqueólogos fue su contacto con neandertales. La secuencia genética de estas
dos momias mostró un porcentaje limitado de ADN neandertal. Es decir, contienen
diez veces menos material genético neandertal que las poblaciones humanas fuera
del continente, aunque esto representa hasta 10 veces más que lo que tienen las
poblaciones subsaharianas. A pesar de su
aislamiento, habrían tenido cierto vínculo con poblaciones externas, mostrando
una cantidad marginal de adn levantino.
Si bien no parece haber descendientes directos de esta población.
Las poblaciones que más afinidad genética tendrían con ellos serían algunos
miembros de la étnica Fulani.
Estos hallazgos parecen señalar que el pastoralismo no fue
introducido al norte de áfrica por una migración masiva de gente de medio
oriente sino más bien por difusión cultural de algún tipo.
Otra región del mundo donde se encontró un linaje extinto es América. Más específicamente en el altiplano de Bogotá en Colombia. Se descubrió
que, hace unos 6.000 años, un grupo humano completamente desconocido habitó
esta región antes de desaparecer sin dejar rastro genético en las poblaciones
actuales.
Se analizaron los restos de 21 individuos de diferentes
épocas en el altiplano colombiano. 7 de ellos no compartían una afinidad genética especial con ningún grupo conocido del continente. No mostraban
vínculos ni con los antiguos pueblos del norte de América, como los asociados a
la cultura Clovis, ni con los del sur, como los habitantes de Chile o Brasil
hace más de 10.000 años.
Los científicos especulan con que fue un linaje que surgió
durante las primeras migraciones humanas hacia Sudamérica, pero que luego quedó
aislada.
A partir de 2000 años antes del presente, los restos humanos
analizados en la misma zona presentan un perfil genético completamente
distinto. Esa nueva población está emparentada con pueblos de América Central,
especialmente con hablantes de lenguas chibchas.
Esta sustitución coincide con importantes transformaciones
culturales: la aparición de la cerámica Herrera y, más adelante, el desarrollo
de la cultura muisca.
Una vez establecida la nueva población en el Altiplano, el
perfil genético se mantuvo sorprendentemente estable durante más de 1500 años.
Desde el periodo Herrera hasta el Muisca, pasando por la llegada de los
europeos, no se detectan señales de nuevos flujos genéticos que alteraran
significativamente esta composición.
Entonces tenemos estos 2 casos que nos muestran como muchas
veces los grupos que son exitosos en adaptarse a un lugar o que surgen producto
de esa adaptación pueden desaparecer sin dejar descendencia una vez que las
condiciones cambian. Sean fenómenos climáticos, choques con otros grupos
humanos u otros factores.
En ese sentido vemos que no todo cambio genético tiene porque
ser la llave a la supervivencia a largo plazo sino que muchas veces son meras
adaptaciones o mutaciones circunstanciales que no van a ningún lado.
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