Este texto busca ser una descarada experimentación; una
forma de perder la cabeza. Nick Land quiso hacer lo mismo, pero él cometió el
gran error de incluir a las drogas en su fórmula. ¿Qué tienen ellas para
ofrecerle a la actividad intelectual? Una absoluta nada. ¿Se puede tomar el
argumento de que los antiguos griegos llegaban a sus refinadas y complejas
conclusiones después de consumir litros de vino en interminables banquetes, o,
quién sabe, consumir algún tipo de alucinógeno natural de forma involuntaria?
¿Se puede decir que Jesucristo no hizo más que ayunar en medio del desierto
para llegar al límite mental de tener un sentimiento oceánico? Parece ser que
siempre una mente creativa funciona mejor si es ayudada por algún químico
exógeno. La única verdad es que las sustancias son un atajo que termina siendo
totalmente inútil a la hora de producir teoría, partiendo de la base de que la
misma sí o sí debe estar respaldada por la realidad material.
Nick Land es un ejemplo vivo, una muestra consolidada de que
atrás de los supuestos límites de la percepción no hay nada sino desordenadas
repeticiones de todo lo que supimos absorber a través de los sentidos y
procesar a través de la razón. En su tristemente célebre compilatorio
"Fanged Noúmena" lo único que podemos apreciar es el lento descenso a
la locura de un hombre que se convenció de que las anfetaminas y otras yerbas
son el percutor que por fin va a derrumbar las paredes de la mente; aquel
elemento que por fin va a poder superar a la limitada crítica moderna de una
vez y para siempre. Gracias a la nueva herramienta, Land va a poder superar lo
establecido y construir una filosofía radicalmente nueva, radicalmente fuera de
este estado de cosas, radicalmente fuera de este mundo... o eso creyó.
¡Inocente él! Comenzó su pretencioso proyecto en el umbral de la década de los
noventa, en los comienzos del corto fin de la historia que estamos viendo como
llega a su fin en tiempo real. Y siguió casi 20 años en ese sendero sin ningún
tipo de límites, llevando la experimentación gnoseológica cada vez más y más
lejos. En sus textos podemos ver como, así como si fuese un espejismo de
asfalto en los días de verano, su objetivo se le aleja todo el tiempo
escurriéndose a través de sus ensayos que de a poco se van volviendo una mezcla
entre literatura experimental y divagación psicodélica.
La historia termina con nuestro subversivo autor internado
en un hospital psiquiátrico con la imposibilidad de diferenciar si su enjambre
de ideas inconexas son poderosas llaves que abren la puerta a una utopía en la
cuál la realidad se acelera hasta desintegrarse y dejar un terreno libre de
todo dique, listo para que las tecno-mentes puedan desplegar sin ningún tipo de
limitación las infinitas posibilidades combinatorias (una gran pregunta sería:
¿es deseable un futuro de esta estirpe? ¿qué gana la humanidad y este gran
ecosistema llamado planeta tierra con esta propuesta?) o si simplemente su
abuso de drogas de todo tipo llegó demasiado lejos.
En el punto crítico de este viaje nos encontramos con una
mente torturada y la vez tortuosa que, creyendo que está dirigiéndose hacia una
revolución cognitiva lanza líneas como la siguiente:
Al final del recorrido nos encontramos con Land en una
realidad alternativa a la nuestra llamándose a sí mismo con el nombre
cabalístico Vauung. Vauung gira a observar una línea de tiempo en nuestra
realidad actual y concreta. En dicha linea de tiempo está su hermana "la
ruina", que pareciera ser nuestro autor escribiendo frenéticamente durante
noches enteras de insomnio y alucinaciones, intentando llegar hacia ningún
lugar, queriendo romper las barreras de la cognición. El compilatorio concluye
con Vauung describiendo como la ruina colapsó y quedó encerrada en un "laberinto
que no es más que un intrincado salón de espejos", para concluir que
"a la ruina le faltaba astucia. Queda una cuestión de método no
exactamente urgente, pero oscuramente apremiante".
Aquel largo y destructivo experimento, al igual que este
mismo texto, fue un largo desarrollo hacia ningún lugar específico. ¿Con qué
fin se hace el desarrollo. Qué nos moviliza?. Síntoma de nuestra época, en la
cuál parece ser que el zeitgest es justamente esa incomodidad tan difícil de
describir y tan fácil de sentir: el querer traspasar la realidad establecida y
saltearse los límites de la cognición misma. ¿Que lo impulsó a Land a llevar a
cabo el proyecto "Fanged Noumena"? Al provocador de todo esto lo voy
a llamar provisoriamente (y aprovechando la total libertad de este ensayo)
impulso modernista.
El impulso modernista es una condición en la cuál los
individuos buscan y necesitan casi como una droga que lo nuevo se produzca y
manifieste. Lo nuevo siempre debe aparecer de forma continua, sin
interrupciones. Si la producción frenética de lo nuevo se desacelera o
directamente se estanca, es un retroceso y de forma inmediata genera un
malestar que podríamos identificar con el esplín.
Es lógico que las mentes quieran ensayar algún tipo de
reacción hacia esa incomodidad devenida en esplín. Dicha reacción es noble, es
válida, hasta incluso deseable porque delata que incluso en esta época tan
complaciente y débil de espíritu (las causas de ello son otro tema aparte) hay
un intelecto que sigue trabajando como lo hizo siempre. Ese motor para nuestra
suerte no se detiene; incluso, ahora es global, colectivo, conectado a una sola
red que circula la información en tiempo real. Sin ir más lejos, este texto
está siendo publicado en un blog al que cualquier extraño va a poder acceder y
tomar lo que le interese, o demolerlo a gusto. Pareciera ser que todo va bien y
que no hay nada de qué preocuparse, pues intelectualmente la modernidad no
estaría haciendo más que seguir su curso y el impulso modernista no sería mas
que la demostración de ello. Pero el problema nos es conocido. El impulso
modernista mas que disfrutarse, se padece. Es simple movimiento pero sin
vector, es pura velocidad pero sin dirección; es un simple ensayo sin una
sólida ontología por detrás.
Este texto es la demostración de que la ensayística es un
ejercicio inútil, que termina siendo llevado a sus extremos, un ejercicio
estilístico, estético o literario. ¿Hacia donde van todas estas palabras que
llevó un relativo esfuerzo conjugar, escribir y editar? Hacia el mismo lugar a
donde va la cabeza de Nick Land: hacia un baldío vacío que está destinado a
guardar aquellos trabajos que se quedaron encallados en el barro.
Ya Vauung se lo advierte a su interlocutor terrenal:
"Te falta astucia", le dice una y otra vez para que no vuelva a
perder tantos días y noches en vano. Muchos años antes ya lo advirtió
Descartes: Sólo importan los pensamientos clarificados y aquello que en tu
mente están confusos y oscuros solo deben materializarse una vez hecho el
trabajo correspondiente. Idea Villariño, alguien del tan lejano mundo de la
poesía incluso lo percibe: "A callar, a callarse".
Sólo debe ser dicho aquello que merece ser dicho. Estamos en
un punto tan dramático del pensamiento (esto que llamamos posmodernidad) que lo
que parece ser pedido desgarradoramente y a gritos por Vauung (Dios) es que nos
callemos. El mandato divino parece ser que nos llamemos al silencio, que nos
entreguemos a la meditación y que evitemos los embates el impulso modernista.
No presiones más, impulso; sabemos lo que estamos haciendo.
Hay que irse en retirada de un mundo vertiginoso. Desde el desierto apareció
una vez alguien con revolucionarias ideas nuevas, y en el desierto hay no más
que quietud.
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