Hoy traigo un repaso a una de las filosofías más importantes, la del fuego. Por uno de los mejores filósofos presocráticos, al nivel de Pitágoras, Parménides o Tales; Heráclito. Nació entre el 504 al 501 a.c, de los últimos pensadores de la Escuela Jónica. Esta buscaba descubrir el arjé, es decir, la sustancia primordial que daba origen y orden a todo. El filósofo ígneo, con aforismos y oraciones tajantes, dio su visión en la obra “Acerca de la naturaleza”, de la cual conservamos una parte. Exploremos ese conocimiento que nos llegó.
El devenir
Heráclito matiza una idea anclada en los filósofos jónicos; el arjé es eterno e inmutable. Para él, existe un empuje, una fuerza cósmica que da impulso al universo, generando movimiento y, como un efecto dominó, un devenir, y este, un constante cambio. Así dirá una frase célebre: “No podemos meternos en el mismo río ni tocar 2 veces a la materia en el mismo estado; el movimiento dispersa todo y recompone, viene y va”. El arjé debe explicar este constante devenir, y lo identificó; el fuego.
El fuego
Como los jónicos, su referencia al elemento es en parte literal, en otra metafórica. Su novedad fue inclinar la balanza por la metáfora; no se refiere a algo físico, sino a la fluctuación del conjunto impulso, devenir y cambio: Proceso fluctuante como las llamas del fuego. En términos físicos, para él, es la manifestación de la energía del impulso primordial, pudiendo todo volverse fuego y este volverse cualquier cosa.
La discordia
Como al comprar o vender, donde el dinero se vuelve bienes y estos dinero, pero todo no se reduce al dinero; es igual con el fuego. Este impulso no es uniforme ni configurador; sus bifurcaciones chocan entre sí, estableciendo un orden y configuración mutable. Así surgen las leyes que rigen todo, tanto a humanos como a dioses. En estas, se repite el proceso de oposición y ordenamiento del mundo, como las puntas del arco que tensan su hilo. En un poema, Homero pide no más discordia y Heráclito dice “Homero no se da cuenta, pero reza por la destrucción del mundo, si la discordia se acabara; perecería todo”
La contradicción
Si el impulso genera discordia y esta ordena, entonces la armonía no es la conciliación de opuestos, subyace en ellos; sino no existirían ni confrontarían. En el dilema económico mercado/estado, subyace la sociedad, que les permite existir y confrontar. La oposición es manifestación de unidad, los opositores, dependientes entre sí. La contradicción es aparente, de ser verdad, dejarían de existir; la existencia de uno negaría al otro. Como un círculo cuadrado; al empezar a ser círculo, deja de ser cuadrado. Heráclito dirá: "Si no esperas, no hallas lo inesperado; al cambiar, es el otro y, este otro es, cambiando, aquél"
El deber
Quien ignora la unidad subyacente; vive sin saber lo que hace. Debemos evitar la sabiduría aparente, saber mucho y comprender poco, perdernos en la discordia. El deber es investigar múltiples puntos y ver la unidad que subyace. Heráclito advierte: “Quien busca oro, excava mucha tierra y encuentra poco, parte por ti; la investigación del mundo se condiciona por la luz que echas sobre tu propio ser”. La misión es adquirir y comunicar conocimiento, entender la realidad; no comprenderse a uno mismo, los demás y al mundo es vivir en una ilusión.
Heráclito lo dejó claro; las leyes sociales son reflejo de los individuos y estos de las que rigen el mundo. Aceptando el cambio veremos la discordia, aceptando esta veremos la unidad, viéndola entenderemos el mundo, luego a nosotros, a los demás y, al final, viviremos de verdad. En este siglo, cargado de frustración y desenfreno emocional, nos perdemos en la confrontación; por eso la filosofía del fuego es un halo de luz en la oscuridad. Mientras haya mundo habrá discordia y, mientras la haya, habrá filosofía del fuego; y mundo.
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